Mona Lisa — Leonardo da Vinci
Nombre del cuadro: Mona Lisa (La Joconde / La Gioconda)
Autor: Leonardo da Vinci
País: Italia
Año de creación: ca. 1503–1506 (probablemente retocada hasta 1517)
Técnica: Óleo sobre tabla de álamo
Dimensiones: 77 × 53 cm
Ubicación en la exposición: Louvre, ala Denon, sala 711
Categoría: Retrato
Estilo / escuela: Alto Renacimiento
Contexto de creación
La “Mona Lisa” fue pintada por Leonardo en Florencia por encargo de Francesco del Giocondo; probablemente se trate del retrato de su esposa Lisa Gherardini. Sin embargo, aún hay debates: si realmente es ella o un idealizado retrato de la mujer como tal. Leonardo nunca entregó la obra al comitente: la conservó hasta su muerte y llegó con él a Francia.
Argumento y composición
En el retrato aparece una mujer con una leve sonrisa que mira directamente al espectador. Está sentada en la clásica pose de “tres cuartos”, con las manos cruzadas. Detrás —un paisaje fantástico, ligeramente surrealista, con caminos de montaña, agua y neblina. La composición está construida de tal modo que la mirada de la Mona Lisa “sigue” al observador desde cualquier ángulo. La sonrisa es esquiva: parece desvanecerse en cuanto intentas descifrarla.
Estilo y técnica
Leonardo empleó la técnica del sfumato —suaves transiciones entre luz y sombra que dan al rostro un aspecto vivo y volumétrico. No hay contornos nítidos ni líneas duras: solo aire que respira. En este retrato, da Vinci alcanzó una nueva cota de ilusión de vida. Y ni siquiera su pequeño tamaño reduce el efecto de presencia.
Destino de la obra
Tras la muerte de Leonardo, el cuadro permaneció en Francia. Fue apreciado por reyes, guardado en palacios y, finalmente, se instaló en el Louvre. En 1911 fue robado —cuando aún no era tan célebre. Aquel delito fue una sensación en la prensa y, dos años después, cuando la “Mona Lisa” regresó, ya era una leyenda. Hoy es el símbolo del Louvre y, quizá, de todo el arte occidental.
Mirada personal
No esperaba que fuese tan pequeña. Y tan… viva. Entre la multitud, tras un cristal, bajo vigilancia —y aun así sucede algo muy personal entre nosotras. Su sonrisa no es un truco. Es un espejo.
No se parece a ninguna otra imagen femenina. No seduce, no despierta lástima, no interpreta un papel. Es. Una mujer que mira. Te mira. Y ya no estás seguro de quién observa a quién.
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